La importancia de los hábitos alimentarios en la infancia
Para adquirir un hábito alimentario adecuado, lo más importante es cuidar lo que hacemos con nuestra alimentación durante la infancia.
Para que un niño se sienta seguro tiene que adquirir hábitos. Los niños no conocen el orden cuando nacen. Los adultos tenemos que ayudarles a organizar su vida mediante horarios estables asociados a rutinas, es decir, actividades que se hacen todos los días de la misma manera. De esta forma asimilan un esquema de orden interno que convierte su mundo en un lugar predecible y, por tanto, seguro. La alimentación y el sueño son los dos primeros hábitos que tienen que aprender los niños. La higiene es otro de los primeros hábitos que aprenden.
Para que algo se convierta en hábito debe repetirse en un mismo sitio, a la misma hora y a la misma manera. De hecho, en el propio comedor escolar, ya hay unas horas determinadas para comer y una forma preestablecida de hacerlo.
Cuando los hábitos que practica el niño no son adecuados, muchas veces, acaban convirtiéndose en manías difíciles de corregir.
Si al niño no se le ofrece seguridad, pueden aparecer los miedos.
Además en los niños, los hábitos alimentarios adquiridos en la edad más temprana van a influir decisivamente en el futuro.
Para que un niño se sienta protegido, tiene que tener límites que traducidos en normas, les dicen hasta dónde pueden llegar. Las normas deben ir acompañadas de consecuencias, pues según éstas el niño comprende lo que puede y lo que no puede hacer.
Si un niño come lo que quiere y como quiere, también estudiará cuando quiera, recogerá sus cosas cuando le venga en gana, o ni lo hará….
Los límites son una referencia que les enseña qué puede y qué no puede hacer.
Nos puede ayudar esto a la hora de marcar criterios para que un niño adquiera un correcto hábito alimentario:
1. Debemos estar absolutamente seguros y convencidos de que el niño tiene que cumplir lo que le pedimos para no flaquear en el intento. Y nunca pedirle algo que exceda sus posibilidades.
2. La comunicación no verbal tiene mucha fuerza: para que esta sea la adecuada, deberemos buscar el contacto visual antes de hablar, si hace falta, ponernos a su altura. Si el niño nos mira es más fácil que nos atienda. Tratar de no mover las manos en exceso, mejor poner la atención en nuestro rostro. Brazos en jarra y piernas entreabiertas ayudan a prestar atención a lo que estamos pidiendo.
Un carraspeo consciente o negar con la cabeza advierte al niño de nuestra disconformidad sin tener que decírselo.
Las manos unidas detrás de la espalda, junto con la cabeza y barbillas elevadas, imprimen autoridad.
3. En cuanto a la voz: expresar la orden hablando un poco más lento de lo normal.
Evitar coletillas y rodeos, ser claros con la orden.
Y es muy importante el refuerzo positivo si nos ha hecho caso. Un abrazo, un beso, elogiarles en público, son premios que les ayudarán a ganar en autoestima.
Mediante la alimentación también se fomenta la autonomía del niño, de hecho los niños de tres años, muchas veces no dejan que les ayudemos a comer, quieren hacerlo solos. Es preciso dejarles, en su medida, que lo hagan.
Ana Benedicto
Responsable Centro Garaulet Castellón